¿Por qué la crisis de la telenovela mexicana? (Parte 5)

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El talento es la pieza clave

Reiteradamente se escucha entre el público actual el reclamo despectivo a “ese tono de telenovela” de los actores en varias de las “súperseries” o series tipo anglosajonas producidas en México y Latinoamérica en los últimos años. Pareciera que se revive el fenómeno de la transición del cine mudo al cine sonoro expuesto en el inolvidable filme Singing in the Rain (Stanley Donen, 1952).

 

  

A lo que en realidad se está haciendo referencia es a la sobreactuación y a la falta de verdad en la interpretación que la industria se encargó de convertir en estándar y que la alta definición ha sobreexpuesto, aunado a la multiplicidad de la oferta. Estos son los saldos de la crisis.

Cine vs Tv: la concordia de las líneas paralelas

Tras su llegada, la televisión recibió el menosprecio del medio cinematográfico que impuso entre sí barreras infranqueables. Hacer televisión significaba para el talento (en especial para sus “estrellas”) sacrificar prestigio y descender en la escala artístico-evolutiva. Esta dinámica permeó en casi todas las industrias del espectáculo en el mundo incluyendo México, con la salvedad de que sus pares del vecino país del norte nunca dejaron de contar con una industria de cine sólida y carecieron de monopolios.

Elipsis arbitraria y lleguemos a nuestra época. El serial dramático estadounidense, en el transcurso sostenido de dos décadas a la fecha, fue materializando en pantalla ambiciones no sólo creativas sino de alcances artísticos impulsados decididamente por la audacia de canales premium como HBO y AMC los cuales requerían diferenciarse con contundencia de la TV abierta.

La televisión dejó de ser “la caja idiota” para alcanzar una factura cinematográfica impecable exigiendo al mejor talento para cristalizar el sueño: cultura pop conciliada con alta cultura. De esta forma se lograron obras maestras de la mano de éxitos de audiencia. El parteaguas sin duda reside en The Sopranos (HBO, 1999-2007).

Eso no ocurrió en México por un contexto de cerrazón político-comercial que implicaría otra entrega. A lo que busco llegar, es que hoy no hay barreras para el talento artístico en la industria estadounidense. Se ve en la misma mesa de los Golden Globes o los Emmy a Al Pacino con Jon Hamm y a Meryl Streep con Julianna Margulies. Las líneas entre el cine y la TV se difuminaron porque esa televisión y los actores surgidos de ella se ganaron un lugar de respeto.

A ellos por lo tanto, la incursión de las OTT y sus exigentes requerimientos los tomó en carrera, en cambio a México, por asalto nocturno.

Allá despejaron el firmamento para la incursión de leyendas del cine y actores sorprendentes convertidos en nuevas estrellas. El cine de Hollywood hoy puede disponer de los actores de televisión no sólo por su imán de taquilla sino también por su calidad escénica.

El actor: la pieza central

Si la historia se cuenta a partir del personaje y es el actor quien lo interpreta, entonces es éste una pieza central del proceso. Pero así como la telenovela mexicana limitó la capacidad creativa del escritor, lo hizo también con el actor.

Ya se ha explicado que la industria mexicana se equivocó en restringir a sólo UNA manera de abordar la ficción y en el abaratamiento generalizado de la producción. Los actores no podían quedar ajenos a ello.

La figura contractual de la exclusividad si bien tuvo la acertada virtud de permitir a centenares de actores asegurar una estabilidad laboral en uno de los medios más inestables del mundo, también colateralmente fomentó un burocratismo artístico. Las dos caras de la misma moneda.

Pero hay un extremo alejado del glamour que percibe el público. En algunas producciones, se les pide a los actores freelance que no gozan todavía de una etiqueta “estelar”, trabajar con los mínimos de unos tabuladores sindicales sin actualizar desde hace varios años. Incluso en las nuevas “súperseries”.

El apuntador electrónico, la llave mágica

El modelo industrial mexicano de telenovelas se apoyó en adelantos técnicos para cumplir con los vertiginosos tiempos de grabación de capítulo por día. Uno fue el videotape y otro, una llave mágica llamada apuntador electrónico creado por el mexicano Alberto Nolla Reyes en 19511.

Inicialmente resultó un eficaz apoyo para actores con “tablas” en teatro y cine pero al tiempo, generó vicios en los noveles actores y coartó la capacidad creativa del intérprete. Es célebre el “dos tomas y ya” autoimpuesto en San Ángel y ni se diga en Miramontes en Azteca Novelas.

El apuntador hizo creer a ciertos productores que eran capaces de hacer pasar a un “modelo” por actor sin contar con preparación ni talento. Por un tiempo pudo funcionar en la vieja televisión aunque parte del descrédito actual de la telenovela se le debe a este aspecto. Hoy, salvo excepciones, cunde una falta de verdad en las interpretaciones. También, es cierto, se lo debemos al origen: la dramaturgia y a la ausencia de dirección.

¿Es bueno o malo el apuntador? No me atrevería a emitir una sentencia al respecto. Yo personalmente si tengo opción, prefiero no emplearlo. Aunque también he atestiguado cómo actores admirablemente profesionales llegan a grabar con su texto aprendido y estudiado (cuando la producción cumple con enviárselos a tiempo) y sólo usan el apuntador como un apoyo. Esto resulta encomiable y entonces sí ayuda a evitar tiempos ociosos de ensayo o para escenas que eventualmente sufren cambios al momento.

Sin embargo, por lo general el apuntador estimuló también a actores perezosos que han creído ingenuamente que su belleza física y el artilugio pueden sustituir el estudio y la memoria intrínseca del texto para que el personaje pueda fluir de manera orgánica. Por eso no resulta extraño ver en pantalla a figurantes (no actores en cabal ejercicio) que escupen texto. No interpretan. No hay verdad. No hay compromiso.

Hay que reconocer ante ello la iniciativa de los productores Roberto Gómez Fernández, Silvia Cano y Giselle González de exigir a sus actores prescindir del apuntador, con estupendos resultados como en Para Volver a Amar (2010), un remake redondo desde la adaptación y la conformación de su elenco.

Casting

Otro síntoma recurrente de la crisis es el referente a la conformación de repartos. Difícil y delicada labor. Sabemos que no es lo mismo seleccionar a un actor para cine, televisión o teatro. Aunque el actor de hoy debe estar capacitado y abierto a cualquier medio o plataforma. Etiquetar es vivir en el anacronismo.

También es cierto que una buena parte de los directores de casting apresurados por los ritmos de grabación y el poco tiempo de preproducción, se han acomodado en los vicios expuestos en esta serie de entregas. Eluden explorar, seguir afinando su agudeza para detectar al nuevo talento, evitar el deslumbramiento snob ante un empaque atractivo pero vacío y confiar en él para impulsarlo a nuevos emprendimientos.

El responsable del reparto es un filtro que si tiene un marco referencial muy limitado repercute en pantalla. Cuántos de ellos destinan tiempo para acercarse a TODA clase de propuestas teatrales, cinematográficas y televisivas para detectar y abrirle paso a las potenciales estrellas y actores en ciernes. Cuántos buscan nutrir de variedad un elenco capaz de sorprender a la audiencia durante decenas de episodios.

“Ya no hay estrellas”

Esto se escucha decir entre el público y la prensa. Las escuelas de formación, enfáticamente de las televisoras, al estandarizar industrialmente los requerimientos de un actor (como si fueran una pieza escenográfica) y exaltar hasta el absurdo la belleza física sobre el talento y la vocación, condenaron al intérprete a la homogenización en prototipos de por sí ya estereotipados.

El sistema fue restringiendo de autenticidad al intérprete, hoy se quejan. “Todos se parecen”, se lee o escucha decir reiteradamente. Un despropósito para la naturaleza de comunicación humana. El elenco de Cuna de Lobos (1986) demostró un camino efectivo: actores antes que estrellas. Lo cual, atención, una cosa no implica renunciar a la otra. ¿Lo vieron o no lo quisieron ver?

Las estrellas son fundamentales, anclas para vender una telenovela y atraer audiencia. Los rusos al finalizar Los Ricos También Lloran (1979) por supuesto que demandaron otra telenovela con Verónica Castro o en Polonia de Gabriela Spanic tras la exitosa emisión de La Usurpadora (1998).

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Sólo que una “estrella” en el contexto actual, que no sea antes actor/actriz ya no es garante para eludir el zapping más allá de un primer capítulo. La prueba fehaciente son títulos como La Tempestad (2013). Telenovelas así naufragan sin remedio.

Lo paradójico es que son algunos de los mismos productores que propiciaron la presente situación, los que se quejan de la falta de estrellas actualmente. Una declaración de antología en un diario de circulación nacional:

Rosa Salvaje es la telenovela más exitosa de Televisa de todos los tiempos y entre la trama y otras cosas tenía la parte angelical de Verónica Castro. Necesitamos estrellas de esas pero ahora lo que pasa es que se casan y se van” 2.

Las anteriores palabras adquieren especial resonancia viniendo no sólo de uno de los productores del prime time del otrora Canal de las Estrellas sino de quien hasta 2016 ocupara la dirección de su departamento de telenovelas, Salvador Mejía.

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Sin historias (nuevas) no hay estrellas

Valentín Pimstein y Ernesto Alonso concidían en postular que una estrella no se construye en una sola telenovela (o película). No les faltaba razón, y esas son las experiencias que sí hay que retomar de ellos.

Resulta que ahora las televisoras no invierten en futuras estrellas por miedo al riesgo de que al adquirir fama, emigren lejos de sus dominios. Otra vez la tendencia que no aprende la televisión mexicana. ¿Qué pasaría si la industria propiciara el campo para hacer que tanto contractual como profesional y artísticamente, el talento mismo vuelva?

Ante la inexistencia de originales con sustancia (salvo excepciones) y el abuso del remake (una versión cada vez más cercana de la otra) se desprotegió al nuevo actor. No hay asidero para los símbolos escénicos, sólo rígidos moldes para figurines desechables de maquila. Sin mencionar las repercusiones del internet, la mesa está servida para la gula de los haters de la telenovela.

A ello agreguémosle una mala adaptación, actores insuficientes que no ampliarán el rango de interpretación de la historia, sumada a la carencia de rumbo en la dirección escénica que a su vez tendrá que partir de un texto limitado (por decirlo amablemente). Añádasele una producción naif para los requerimientos del HD y el contexto: el descrédito del género y sus plataformas base (televisoras).

La industria ha construido su propia horca para que todos asistamos al espectáculo de suicidios voluntarios: uno tras otro.

En la parte 3 de esta entrega (consultable en este mismo sitio) he sembrado algunas someras hipótesis para romper los paradigmas dramatúrgicos. Tiene que ver con propiciar el surgimiento de las nuevas estrellas que demandan la industria y la audiencia. Ojo, no como las de antes sino de las que se requieren hoy.

Actores extranjeros

No debemos caer en tentaciones chovinistas en estos temas. Simplemente hay que añadir que si la industria es mexicana, lo sano y coherente es que se le dé prioridad al actor mexicano, porque además la audiencia primaria es mexicana.

No obstante, también es cierto que se trata, congruente con lo que proponemos, sobre todo de talento. Aquí no por argot sino por acepción. ¿Buscamos lo mejor? Si es así y el súperobjetivo es refrendar nuestra posición de liderazgo mundial, entonces la industria debe recibir (y exigir) lo mejor del talento tanto nacional como extranjero. Bienvenidos porque nos enriquecemos todos.

Sin embargo, la incapacidad de la industria en los últimos años para crear nuevas estrellas y su necesidad de producir volumen, volcó a muchos productores por soluciones inmediatas como privilegiar a cierto tipo de talento extranjero, persistiendo en absurdos cánones de belleza física europea (y además uniforme) que ojalá hubiera sido directamente proporcional a su capacidad histriónica.

“Es que es televisión” se oye cuchichear a los fundamentalistas de la vieja televisión. La coyuntura actual les está dando un portazo directo en la cara. Nadie se pelea con la belleza física, menos en un medio primordialmente visual. Pero no olvidemos que la telenovela es sobre todo una experiencia emocional y que si el envase no contiene nada, el encanto se diluye con un fulminante zapping, y cada vez hay más y mejores ofertas que conquisten la atención. Otro paradigma roto.

Acento neutro

Algunos productores en México se mofaban de las telenovelas made in Miami de la primera etapa de la nueva Telemundo que resultaban un coctel inverosímil de acentos. Hoy ver un título como Amo Despertar Contigo (2016) motiva muecas de ironía: imposible que una audiencia nueva, no tradicional y más activa (cada vez mayoritaria) entre en convención con eso y se enganche. Al ver esto se comprueba la necesidad del para algunos molesto acento neutro, exceptuando que el contexto dramático exija otra cosa.

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Un nuevo actor para una nueva industriaz

Ante la aparente extinción paulatina de la exclusividad (heredada del studio-system de Hollywood en la primera mitad del siglo XX) y con ella la del mítico “veto”, es el actor mismo quien debe asumir la responsabilidad de su propia marca: una re-concepción que trasciende de su preparación escénica.

En la nueva dinámica, el actor es su propia empresa pero la industria debe facilitarle ese trabajo porque le conviene. Es una retribución mutua. Si son dubitativas en esto, las televisoras y productoras se pegarán un balazo en el pie y sólo retrasarán (más) el surgimiento de actores y estrellas que generen credibilidad y rentabilidad a sus producciones porque entonces ni dan ni dejan ser.

Uno de los nuevos paradigmas que deben construirse desde la parte ejecutiva es el de apoyar al talento artístico a que diversifique y se pruebe en los diferentes escenarios del arte y la creación dramática. El actor, asimismo, debe preocuparse por elevar su capacitación frente a un mundo cada vez más demandante.

CONCLUSIÓN QUINTA PARTE

En febrero de 2017 tras la última gala de los Goya, un artículo de El País fijó en su sub encabezado: “La fiesta del cine español es como una cena de empresa de gente que ya no trabaja allí: el 50% de los actores que han trabajado este año no supera unos ingresos anuales de 3.000 euros, y el 29% no llega a los 600 euros (al año)”3. Veámonos en ese espejo.

Dirán los que saben que la incertidumbre laboral es una condicionante del campo del actor en todas las industrias pero ¿no es México quien ha pregonando insistentemente ser “la industria más importante del mundo de habla hispana”? No miente por los números, aún y con la crisis presente.

Y qué tal si la industria es más generosa con la mayoría del talento (lo demostró en el tiempo de la exclusividad) y, por su parte, la Asociación Nacional de Actores (ANDA) por fin se decide en justicia a emplear sus recursos para actualizar esos anacrónicos tabuladores y así la industria aprovecha para elevar el nivel de exigencia histriónica de sus actores como el mercado mundial del entretenimiento lo demanda. Dando y dando y TODOS ganando.

No olvidemos que son las estrellas las que atraen pero la historia/elenco/producción, la que mantiene. Detrás de una gran y duradera estrella, hay por principio un histrión: un ente con poder creativo cuyo misterio a la industria le conviene reverenciar porque al anularlo, convierte en ordinario lo extraordinario del acontecimiento del drama. De ahí la relevancia de lo que enmarca ello: una historia y un medio que hace que suceda la magia.

REFERENCIAS:
1. Fernández, Claudia y Paxman, Andrew, El Tigre Azcárraga y su imperio Televisa, Grijalbo, México, 2000.
2. http://www.eluniversal.com.mx/articulo/espectaculos/television/2016/11/27/las-estrellas-de-tv-ya-no-son-un-negocio
3. http://elpais.com/elpais/2017/02/03/tentaciones/1486117411_186293.html3.

Liga a la parte 1
Twitter: Daniel Lares
Blog: Daniel Lares

7 Comentarios

  1. Sebastián Imperio dice:

    Que lean esta serie en Televisa, Azteca, Imagen y Argos (después de haber visto Insportable).

  2. Anonimo dice:

    Lamentablemente la nueva generacion de actrices no tienen el encanto,carisma,angel para cautivar a una audiencia sea en Mexico u otro pais son practicamente desconocidas y ahora que una actriz se le llame la Reina De Las Telenovelas dificil son protagonistas de refritos a diferencia de Veronica Castro,Lucia Mendez,Angelica Maria,Thalia,Lucero,Adela Noriega que hasta hoy en dia permanecen en la memoria del espectador.El galan mexicano que era un referente en Latinoamerica se ha visto desplazado por el extranjero.

  3. Anonimo dice:

    En épocas anteriores la actriz mexicana impactaba por su belleza junto con su talento dentro de su país y a nivel internacional y eso la hizo ser admirada y reconocida, actualmente las actrices mexicanas ya ni cautivan por su belleza ejemplo:ya ni hay actrices que admire por una sonrisa hermosa,unos ojos bonitos,angelical,rostro hermoso ya no tienen esas características para cautivar al publico talento cero,por eso las opaco las actrices Turcas y Brasileras que han llamado la atención por su belleza,han conquistado al publico y despertado la admiración y curiosidad de este.Las actrices Turcas se destacan por su belleza exótica y las Brasileras por su picardia y alegría desde mi punto de vista.Y por ultimo recuerdo a Veronica Castro por sus hermosos ojos azules.

  4. Anonimo dice:

    La telenovela La Tempestad protagonizada por William Levy y Ximena Navarrete es que Ximena es bellisima y encantadora.

  5. Anonimo dice:

    Ximena es bellisima.

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