El señor de la casa y la sirvienta

Es Un Camino Hacia el Destino de la productora Nathalie Lartilleux una telenovela sencilla. No hay mayor problema con esta producción. Se pueden ver las más grandes incoherencias, como sus dos primeros capítulos en donde los actores adultos la hicieron de jovencitos y comían torta o tenían colita agregada al cabello para dejar ver su rebelde juventud. O las escenas donde las presas arman un grupo de música en las ruinas de la cárcel y les ponían playback y todo era de mucha risa.

Pero también hay cosas muy bonitas como el trabajo de Gustavo Rojo como un enfermo de Alzheimer, sus escenas son estupendas. Tienen de “criada” a Patricia Reyes Spíndola en Televisa desde hace muchos años, cuando la señora ha protagonizado en cine y su Jordana de El Extraño Retorno de Diana Salazar (1988) y su Tota de En Carne Propia (1990), por mencionar solo a dos, han sido fabulosos personajes. Aquí muy dignamente hace un estupendo trabajo. Junto a Gustavo Rojo han logrado, a pesar de los textos trillados, muy buenas escenas.

Bajó la importancia del personaje estelar femenino maduro (Lisette Morelos) que prometía mejores cosas en el principio. En villana cacle cacle está Ana Patricia Rojo, aunque el género se lo permite, sigue muy anticuada en actuación. Se nota una diferencia entre ella y la Morelos.

Muy bonitas y espléndidas las escenas del encuentro entre los protagonistas Luisa Fernanda (Paulina Goto), Carlos (Horacio Pancheri) y su pequeñito. La química entre los tres sacó escenas muy tiernas.

Un Camino Hacia el Destino llega a estar muy sucia por esos vicios que la productora le aprendió, muy seguramente, a su esposo Salvador Mejía. Es melodrama clásico, pero eso no significa que tiene que estar mal hecho por añadidura. Los protagonistas hacen lo mejor que pueden sin llegar a encantar. No se anuncia su final todavía y parece que todo está resuelto. Hay paja en la telenovela, se ve.

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