¿Deben o no traicionarse los personajes en telenovela?

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Hay que romper paradigmas

La estructura de la telenovela dice que no. El canon dice que el personaje de la protagonista debe empezar de una manera, fiel a su trayectoria y llegar al final inmaculada, limpia, sin mancha, sin malos olores, no importa que le hayan clavado cuchillos en la espalda, que haya vivido traiciones, que le hayan mentado la madre, casi asesinado, humillado o sacado a patadas de la vida del protagonista; al final tendrá un vestido blanco junto con un pastel de tres pisos que la espera como premio por ser tan buena.

¿Y si se traiciona el personaje? ¿Qué pasaría? Tendríamos un personaje de carne y hueso. Lo creo así. Chequemos un poco la historia de protagonistas que se revelaron al escritor, al guionista y pidieron a gritos que los dejaran vivir, hablar, pelear, defenderse y lo mejor: decidir.

En Te Sigo Amando (1996-1997, Carla Estrada) la protagonista Yulissa (Claudia Ramírez), decide en el último capítulo no quedarse con el coprotagonista, la historia le prometía quedarse con él y ser muy felices. Su nuevo adaptador, el gran René Muñoz, decidió que su personaje debía decidir por ella misma. Se escucha increíble, pero estoy seguro que los personajes hablan con sus creadores, René Muñoz la tuvo que haber escuchado. Yulissa decide quedarse sola y caminar libre por la playa. Se traicionó el personaje, traicionó lo que estaba escrito y hoy es una de las telenovelas más recordadas por la audiencia.

En Teresa (1989, Lucy Orozco) sus adaptadores, Silvia Castillejos y Francisco Sánchez ponen entre la espada y la pared a la protagonista en el último capítulo; mostraba el ambicioso personaje durante su trayectoria-arco que tenía que salir de pobre, pues un día golpeo las paredes del hospital y lloró de rabia e impotencia cuando un doctor les avisó a ella y a su madre que su hermana había fallecido. Por jodidas y pobres, por falta de dinero para atenderla y entonces decidió salir de la pobreza a costa de lo que fuera, incluyendo humillar y desconocer a sus padres. Su objetivo estaba a punto de cumplirse, estaba en medio del dinero de su rica abuela o el amor del joven y jodido médico. La trayectoria del personaje dejaba ver que se iría por el dinero, esa había sido la promesa que le hizo a su hermana muerta. Pero no, se traiciona el personaje y se decide por el amor. Hoy Teresa, interpretada por Salma Hayek, es una joya de la telenovela mexicana.

Cuenta Leticia Calderón en el programa especial de los 50 años de las telenovelas que habló con Salvador Mejía, productor de la telenovela Esmeralda (1997), con los adaptadores, con los altos mandos de Televisa y no la dejaron hablar con Delia Fiallo, la escritora original, para que se cambiara el final de la historia. Es decir, que Esmeralda no se quedara con el galán interpretado por Fernando Colunga. Y explica la actriz que por lógica el personaje no debía quedarse con un hombre que le había hecho tanto daño durante la trayectoria del personaje, que la había humillado y renegado del hijo de ambos. Le dijeron que tenía que casarse con el patán galancete protagonista porque entonces había traición al personaje. No había coherencia ni tampoco lógica. La actriz hizo el final de la telenovela muy molesta porque los escritores no quisieron cambiar la formula.

Y así nos iríamos con muchos personajes, no solo protagonistas, sino secundarios, antagonistas o vilanos que están secuestrados por los guionistas y escritores de telenovelas que no los escuchan, que no los oyen porque hay miedo a lo ya establecido, a la formula, a alzar la voz o porque los frena un guion importado.

El día en que los guionistas o escritores mexicanos dejen decidir a sus personajes, entonces habrá cambio en la telenovela mexicana, en su estructura. El día que los dejen atreverse a gritar, a mentar madres, a brincar barreras, a defenderse de los villanos, entonces veremos personajes de carne y hueso, de la calle, seres humanos en la ficción.

Por eso triunfan las telenovelas hechas en Brasil, Turquía o Colombia, porque sus creadores los sacan de las formas y los ponen a vivir, a como les toque. La telenovela mexicana está atrasada, inmersa en el moralismo.

Por eso también, en muchas telenovelas vemos que no pasa absolutamente nada, que se dice: la historia no da para más. Da para mucho más, lo que pasa es que están prisioneros, al cuidado de sus creadores para que no le vaya a pasar nada. Y efectivamente, no les pasa nada. Por cobardes.
Eso pienso, eso creo, con la premisa de que la verdad la tiene cada quién en su cabeza.

Entonces, ¿se puede traicionar la trayectoria de un personaje? Yo creo que sí se puede.

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