Piel de Otoño, un drama para cualquier estación

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Introducción

Tras la buena racha que dejó en el canal TLNovelas un título como Amarte es mi Pecado (2004), no pensé que le iba a ir tan bien a su sucesora, Piel de Otoño (2005). Esta telenovela fue protagonizada por Laura Flores, Sergio Goyri y René Strickler y la producción corrió a cargo de MaPat L. de Zatarain.

Tengo muchas cosas que decir de mi impresión sobre esta historia, porque, así como Quiero Amarte (2014) es la perfecta demostración de la incomprensión al hacer un refrito, Piel de Otoño es lo opuesto a esto.

Entender el contexto del por qué este melodrama es uno de los seriados experimentales más importantes de la década antepasada, dice mucho en cuestión televisiva.

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Melodrama experimental y realista

Piel de Otoño (2005) nació en el contexto de muchos melodramas de estilo experimental. Casi como Tres Mujeres (1999), Para Volver a Amar (2010) y Yo No Creo en los Hombres (2014).

No es un original, sino un refrito de la telenovela ochentera Cicatrices del Alma (1986) protagonizada por Norma Herrera, Gregorio Casals y Juan Carlos Serrán. Aún más importante, fue la primera telenovela escrita por los célebres autores Eric Vonn y Liliana Abud junto a Lindy Giacomán.

La producción de MaPat tenía años de estar confirmada y Nuria Bages sería la protagonista, sin embargo, las empresas buscan comercialidad, así que, subestimando su alcance mediático, optaron por Laura Flores.

El presupuesto de la telenovela evidentemente se lo llevaron los exteriores en España, aunque también había locaciones en Puebla y la Ciudad de México.

Pese a todo, Televisa temía fracasar por sus múltiples similitudes con un melodrama que marcó a TV Azteca, Mirada de Mujer (1997) y tal como sucedió con Para Volver a Amar (2010), no supieron en qué horario colocarla. Al final se le asignó un espacio a lado de la barra infantil, que en ese entonces dominaba Sueños y Caramelos (2005).

Viendo la retransmisión de esta telenovela, se me hace increíble que con su lenguaje, actuaciones y temas a tratar estuviera en una hora tan vespertina. ¡Era una historia por demás atrevida!

En ese tiempo, los exponentes de la vanguardia social recaían en producciones de Argos TV con TV Azteca y los melodramas exagerados en Emilio Larrosa y Pedro Damián.  El que existiera una digna representante del formato comentándonos decentemente temas como el abuso intrafamiliar, a la mujer, el machismo, la tortura psicológica, la psicopatía, el acoso, la maternidad en soltería, etc., era una locura, volviéndola un clásico, o hasta una telenovela de culto.

Los medios de espectáculos, en ese entonces, la presumían como una joya que debía tener mayor valor.

Piel de Otoño nos habla de una mujer que atraviesa las cuatro décadas con dos hijos despreciables, un marido cruelmente machista y que sólo tiene el consuelo de sus amigas, incluyendo su ama de llaves. La vida de ella cambia cuando una de sus allegadas pierde la vida y empieza un camino para renacer.

Unos personajes humanos

Algo que me encantó de Piel de Otoño -pese a sus lágrimas desbordantes en ocasiones- fue la construcción de sus personajes. Todos los papeles eran muy humanos, incluso sus antagonistas.

Además, debo aplaudir al vestuario empleado porque todos estaban acordes de lo que necesitaban transmitir a la audiencia. El vestuario se volvió un personaje más, destacando los momentos evolutivos en varios de sus personajes, especialmente el de Lucía (Laura Flores), su protagonista.

La pareja romántica no se conoció en un clichético estereotipo, sino en un arriesgado e innovador chat. La primera mitad en la historia se enfocó en el romance entre Lucía y Santiago (René Strickler) por líneas tras el computador, mientras ellos leían los mensajes que mandarían en voz alta.

De Ramón (Sergio Goyri), muchas veces lo llegué a dudar, pero vaya que se mereció el puesto de aquel 2005 para ser ese villano del año. Uno ve los primeros capítulos y dan ganas de escupirle a la cara. ¡Qué buen actor debes ser para llegar a esos extremos!

E irónicamente, al puro estilo Eric Vonn, Ramón deja de ser un personaje odiable porque sí, y hasta se le ama por su humor negro, ocurrencias y expresiones.

Sabine Moussier después de que en la década pasada hizo varias villanas de cartón, me sorprendió cómo aquí se ve tan natural y alineada perfectamente a lo que el personaje tenía que transmitir. Podemos odiarla y compadecerla al mismo tiempo.

En Piel de Otoño presenciamos las interpretaciones de grandes actores de peso como María Marcela, Raquel Olmedo, Gerardo Murguía, Agustín Arana, Yolanda Ventura, Luis Xavier, Roberto Sen, Sergio Jurado y claro, la entrañable “Jovita” hecha por Joana Brito. Todos ellos lograron personajes maduros con los que te podías encariñar fácilmente.

También vimos unas actuaciones especiales de lujo a cargo de Rosangela Balbó, Maricarmen Vela, Francisco Avendaño, Graciela Bernardos, Marco Muñoz y hasta una breve aparición de Liza Willert y de la misma MaPat personificando a una madre superiora española amante del futbol.

Además, la telenovela contó con un elenco juvenil conformado por los talentosos Florencia de Saracho (que ojalá se hubiera quedado en el rubro de antagonista de peso), Ricardo Margaleff, Carlos de la Mota, Mirta Reneé y Susy Lu Peña junto a los experimentados Andrea Torre y Ramón Valdez.

Otros de los jóvenes ya se encuentran retirados o tuvieron una carrera muy corta como Franco Gala, Jorge De Silva, Mónica Garza y Arancha Gómez. Es una pena sobre todo por esta última, ya que me hubiera gustado verla en papeles tan fuertes como el de la vengativa Nora.

A personajes tan pequeños como el de Cristi por la actriz Yousi Díaz y hasta los de la niña Natalia y la perrita “Leonarda” se les dio tan buen espacio que llenaron la pantalla.

Como dato curioso, vimos a algunos actores en sus primeros pasos. Con el tiempo alcanzarían mayor reconocimiento: Claudia Troyo, la maltratada empleada de Rosario (María Marcela); la sexóloga y artista, Elsy Reyes, haciendo una recepcionista en breves segundos; además de Luis Hacha quien hace a “Iñaki” por primera vez, antes de En Nombre del Amor (2008) y Mañana Será Otro Día… Mejor (2018).

Villanos criminales y desquiciados

Si Sergio Goyri hizo un personaje de altura, Manuel Landeta no se quedó atrás como el psicótico depravado y abusador Víctor. ¡Qué forma de hacer sufrir a sus propios hijos y exesposa! Lo único malo fue su peluca. Hubiera sido mil veces más creíble sin la misma, pero los prejuicios actorales de aquel entonces eran más fuertes que ahora.

Otro personaje que se desquició sobre la marcha fue el de Claudia Lambari, interpretada por Lourdes Reyes. Ella era una abogada que utilizaba su posición para seducir al personaje de Jorge De Silva. De esa forma representó la antítesis del dicho que solo “el hombre era el infiel”, protagonizando unos momentos dramáticos con alta carga emocional.

Alejandro Ávila se caracterizó también por hacer un villano obsesivo y tratante de blancas llamado Bruno.

Una soñadora y poética pareja protagónica

Un diario y un chat fueron los testigos del poético romance entre Lucía y Santiago, quienes usaron los alias de “Otoño” y “Viento”, respectivamente.

Los diálogos de ambos contrastaban con el realismo del resto de las tramas y se les daba un espacio más íntimo. Al ver la primera escena, pudimos reconocer de inmediato el talento literario de la protagonista para describir su vida.

Sus escenas podían llegar a ser muy bellas, quizá, a veces, un poco saturadas, pero no perdían el mensaje de apoyo y de renacer.

Aunque la primera mitad se la pasaron en un chat, la segunda de forma presencial, y durante los últimos 15 capítulos enfrentando a una ronda de antagonistas, nunca se pudo dejar de pensar en ese soporte que Lucía recibía de Santiago. ¡Gran pareja!

Y de forma individual, debo decir que el desarrollo de Lucía se me ha hecho uno de los más congruentes y disfrutables que he llegado a ver en una protagonista.

Mensajes fuertes

Piel de Otoño nos trajo mensajes que en su tiempo fueron arriesgados y quizá, ahora pueden hablarse, pero de otra forma.

Aunque los personajes eran religiosos y conservaron su fe todos los capítulos, es increíble cómo se hace una crítica al clero en la educación. En una sesión con su terapeuta Julián (Roberto Sen), Lucía destaca que su aguante a Ramón (Sergio Goyri) se debió, en parte, a su crianza en un orfanato de monjas, las cuales, le indicaban que la mujer era casi un objeto al servicio de los hombres.

Las insinuaciones de lujuria hacia Gaby (Andrea Torre), casi como abuso sexual, por parte de su propio padre, Víctor (Manuel Landeta) y en una ocasión, hasta de los maleantes que la perseguían, eran aterradoras.

El tema de la delincuencia organizada en sus primeros capítulos era totalmente escabroso.

Y por supuesto, el mensaje más polémico, la sexualidad de Miguel Ángel (Franco Gala).  En melodramas actuales lo tratarían de una forma muy diferente, especialmente por el villano Edson (Ricardo Margaleff), quien era homosexual.

Debemos recordar que, en los tiempos de Piel de Otoño, el machismo era un problema, pero se vivía normalmente en él. Además, la homofobia no tenía todavía una campaña de rechazo como ahora. Por ello el mensaje de tener otra orientación sexual se ve constantemente satanizado y hasta ridiculizado en esta historia, sin tener una visión contraria que beneficiara a la comunidad LGBTTIQ, tal como en La Vida en el Espejo (1999). Esto se fue corrigiendo con el paso de las siguientes telenovelas de vanguardia.

Hablando de machismo, el origen de la villanía de Ramón (Sergio Goyri) lo humanizó a más no poder. Aunque era un narcisista completo, su ejemplo de vida fue el padre que maltrataba a la madre. No obstante, esto solo se mencionó en unos cuantos diálogos, pero nos reafirmó que era un hombre estancado en las costumbres del pasado.

Para mí, después de su recordado Ignacio en Te Sigo Amando (1997), Ramón Mendoza es el mejor antagonista de Sergio Goyri.

Conociendo el contexto de Cicatrices del Alma (1986), aunque casi no haya de material de la misma en Internet, puedo deducir que se respetó su base principal y varios núcleos, pero otros tantos se transportaron de forma correcta a principios del siglo XXI con temas mucho más escandalosos.

Cuestiones de guion y producción

Replicar un estilo como el de Eric Vonn es de lo más difícil que le puedes dejar a un adaptador. Los encargados pueden saber perfectamente qué pudo haber escrito él y Liliana Abud, pero la esencia del guatemalteco es muy complicada.

Ahí tenemos los estilos manejados en Por Siempre mi Amor (2014) y A Que No Me Dejas (2015), dos adaptaciones regulares a las que les faltó muchísimo para llegar al estilo escabrosos, sarcástico y crudo de Vonn.

En Piel de Otoño no solo se le respetó, sino hasta se le asemeja en muchos aspectos. Así disfrutamos las frases coloquiales de Ramón y Jovita, la intensidad de los diálogos, los antagonistas de peso, las situaciones cotidianas que se vuelven turbias y los personajes de cascos ligeros. No me queda más que agradecerle a Martha Oláiz, Tania Beltrán y Antonio Abascal por su acertada adaptación.

Es una tristeza que MaPat no haya definido un estilo propio de producción porque si hubiera seguido, capaz y se volvía una Giselle González o una Rosy Ocampo. Lamentablemente se estancó como una replicadora de contenido con bajo presupuesto.

Otra cosa que debo de aplaudir son las locaciones de España y la Ciudad de México. Todos los restaurantes no fueron foro, incluso, podrías reconocer ciertos detalles o plazas. Lo desagradable fueron varios foros que sí se veían muy falsos o qué tal como en La Sombra del Pasado (2015), donde una famosa ubicación de Puebla nos la hicieron pasar por el país europeo.

La directora de escena Lily Garza junto a Mauricio Rodríguez hicieron un trabajo decente, aunque debo destacar que la primera es promedio. Cuando trabaja con buenos actores sabe cómo desenvolverlos, sin embargo no logra quitarles los vicios actorales a otros cuantos, especialmente, a los más jóvenes.

Vimos a Franco Gala lucir por su enorme carisma, pero fallando mucho en sus inmaduras tablas actorales o a un Jorge De Silva cometiendo un error clásico de apuntar con el dedo a los personajes.

Desafortunadamente, algunas escenas podían terminar cayendo, aunque, no fue el caso de la gran parte en transmisión.

El acento de la península ibérica fue muy bien desenvuelto por Luis Xavier, Yolanda Ventura, Roberto Sen y MaPat, pero en Raquel Olmedo y René Strickler parecía una variedad de tonos en uno solo. Si dejamos a un lado el detalle, pasaron muy bien la prueba.

A veces se abusaba de la música incidental en escena y algunos temas eran demasiado altisonantes (tipo Emilio Larrosa y Juan Osorio). Otro punto en contra fue una ligera discontinuidad entre escenas. En un momento, Lucía se veía decidida y de la nada a la siguiente ya estaba en otra actitud totalmente opuesta. Esto se acentuó en los últimos capítulos.

Finalizando, tuvo una dirección de cámaras muy buena y el tema musical “Esta Ausencia” de David Bisbal se volvió una de las mejores canciones que he escuchado engalanar a una telenovela. Además nos brindó tres estupendas entradas en sus 90 capítulos.

Conclusión

¡Es apasionante hablar de buenas telenovelas! Piel de Otoño nos dejó interesantes mensajes, añorando el pasado -donde incluso en los 2000- había grandes ejemplos del formato. Lograr un éxito en retransmisión, pese a su fallido horario, aunque compensada en polémica, me llena de satisfacción.

Ojalá algún día se pueda retomar este camino fabuloso de aquellos ayeres.

 

 

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