Recordando a Corazón Salvaje (1993)

Introducción
Recientemente por el canal TLNovelas se retransmitió la versión remasterizada de una de las telenovelas de época más importantes que se han producido: Corazón Salvaje de 1993. La producción corrió a cargo de José Rendón y la adaptación fue de la legendaria María Zarattini.
Sus protagonistas y antagonistas formaron uno de los cuartetos más populares de las telenovelas: Edith González, Eduardo Palomo, Ana Colchero y Ariel López Padilla.
Después de ver tantas referencias y comentarios, quise comprobar qué tan buena era y aquí formulo un par de interesantes reflexiones al respecto.
Del éxito a la leyenda
Hay telenovelas que en su momento no gozan de mucho éxito y el tiempo las revaloriza como clásicos. En el caso de Corazón Salvaje, gozó de triunfo y pasó a convertirse en una leyenda de la TV.
En el tiempo que he revisado la historia de las telenovelas puedo deducir que la versión de 1993 para muchos es la mejor. Anteriormente se había hecho en cine y dos veces por el Señor Telenovela, Ernesto Alonso. La versión de 1966 fue inmortalizada por Julissa, Enrique Lizalde, Jacqueline Andere y Enrique Álvarez Félix.
Este cuarteto también es muy icónico de las telenovelas de los años 60 y parecía que era un trabajo insuperable sobre esta trama representativa de Caridad Bravo Adams.
En 1977, el cuarteto ahora fue interpretado por Angélica María (también protagonista de la segunda versión cinematográfica de Corazón Salvaje), Martín Cortés, Susana Dosamantes y Fernando Allende. Esta adaptación también gozó de popularidad y la música compuesta por Armando Manzanero hasta fue lanzada a la venta en discos LP.
La trama de Corazón Salvaje nos cuenta la historia de un joven despojado tanto de sus derechos como de sus privilegios, viviendo en lo más recóndito de la pobreza junto a un padre adoptivo que le instruye un odio inmenso hacia el biológico.
Al entrar a la casa de su verdadero padre, deberá lidiar con el odio de la esposa de él y convivir con su hermano, quien parece estar dentro de una burbuja social.
Separados con el tiempo y despojado de todo, el muchacho recibe el apodo de Juan del Diablo y su historia comienza cuando Aimée, una joven liberal y caprichosa se fija en él al casi mismo tiempo de comprometerse en matrimonio con su hermano Andrés (Renato en otras versiones). Mientras que Mónica, la hermana de Aimée, decepcionada y sumergida en un convento a voluntad, intenta reparar este suceso, pero termina casada con aquel hombre.
El argumento incluye ese estilo característico de la señora Bravo Adams, mostrando pasiones entre triángulos, cuartetos, mentiras y confusiones. En Corazón Salvaje es muy significativa la representación metafórica de la relación entre una “santa” y un “diablo”, tal como el cuento de La Bella y la Bestia.
Ella es una dama, él un hombre salvaje pero culto. Un dúo que puede pasar a la posterioridad en cualquier versión, siempre y cuando se haga de la forma correcta.
Por ende, después de un pesado casting, se reunieron a cuatro actores en 1993 que pasaron a la posterioridad. Edith González lució su calidad actoral, Eduardo Palomo hizo una verdadera representación, además que su caracterización fue lo suficientemente convincente, mientras que Ana Colchero relució su belleza, al igual que Ariel López Padilla su temperamento.
¿Realmente es muy buena?
Al ver la retransmisión de Corazón Salvaje, debo de admitir que había momentos en que empezaba a dudar de su calidad. Hay que ser sinceros, es una versión de un José Rendón, que a su cuarta telenovela como productor ejecutivo, parecía aún muy primerizo.
El presupuesto de la telenovela se ve muy inferior si lo comparamos con algunas otras producciones de época que corrían a cargo de Ernesto Alonso. El vestuario era limitado, las locaciones también, de hecho me faltó ver más sobre los barcos de la telenovela. La colocación del soundtrack se escuchaba con notorios fallos junto a detallitos con el sonido que también se oían fuera de lugar, además de algunos actores salidos de tono.
Entre estos actores estaba Maribel Palmer quien hizo a Teresa, una de las mejores amigas de Mónica (Edith González) en los primeros capítulos. La joven apenas si podía sostener sus escenas. Evidentemente le dijeron que era solo un personaje de secundario a terciario, que nada más sirvió como clave para descubrir el idilio entre Aimée (Ana Colchero) y Juan del Diablo (Eduardo Palomo).
César Évora llega a México con un acento completamente cubano y nos especifican que su personaje llega de La Habana, sin embargo, los acentos de su cuñada Amanda (Isaura Espinoza) y la sobrina Mariana (Verónica Merchant) eran demasiado neutrales/mexicanos, por lo que se notaba que el único de Cuba era él. Después, con el tiempo de transmisión, redujo varias de sus inflexiones al momento de platicar y logró ese acento similar con el que nos ha acompañado en el resto de sus telenovelas.
Sin embargo, el caso más pronunciado y que me causaba cierta incomodidad fue en la primera mitad de la telenovela con la actuación de Ariel López Padilla, especialmente, cuando estaba exaltado. Eran diálogos recitados, pausados y que tiraban la escena, aún pese su bien lograda expresión facial. Tal como en el caso de Évora, se notó un cambio de dirección al respecto con su forma de hablar y logró quitarse ese vicio.
En detalles de guion, parecía que estábamos en un eterno círculo vicioso que consistía en lo siguiente, desde que el personaje de Andrés (Ariel López Padilla) conoce la relación que tuvo Aimée con Juan Del Diablo:
Andrés Amenaza a Juan + Juan tiene problemas con las autoridades + Hieren a Juan + Separación de Mónica y Juan + Se llega a un acuerdo + Comenzamos de nuevo.
Y esto sentía como espectador que se repetía, se repetía y se repetía, al grado, que me empezó a fastidiar en cierto modo. Las situaciones parecían calcadas de alguna u otra forma, pero se diferenciaban las unas a las otras con algunos detalles.
Incluso, los personajes como Mónica y Juan se veían cada vez más estresados. El personaje de Sofía, interpretado por Claudia Islas que era la gran villana madura, se volvía una antiheroína para que el protagonista fuera reconocido y su hijo no cayera al borde de la desesperación. Mientras tanto la Catalina de Luz María Aguilar obtenía el puesto de la nueva antagonista madura por las conveniencias de que su hija se involucrara con Andrés.
Todas estas situaciones eran pesadas de ver, incluso, para los mismos personajes.
Entonces, si la telenovela tenía defectos en su producción, con algunas de sus actuaciones y todo era un bucle que parecía no tener fin ¿por qué es tan popular y tan aclamada?
He aquí mis dos reflexiones que le dan el puesto de “Joya” y es la forma de lograr mantenernos dentro del bucle sin retirarnos, pero, lo mejor, cuando este mismo se rompe. Aquí se encuentra la magia de Corazón Salvaje.
Romper con el bucle
Sin duda alguna, hay que aplaudir a la dirección escénica de Alberto Cortés y José Rendón. Ellos lograron disminuir esos vicios escénicos conforme el paso de los capítulos a Ariel López Padilla y César Évora. Más allá de ello, lograron darle una personalidad única a cada uno de los personajes, los centraron con matices y los balancearon al compás del guion de María Zarattini.
Pero la “Joya de la Corona” es la dirección hacia Edith González y Eduardo Palomo, junto a la verdadera profesionalidad de ambos. Es la inmensa química entre ellos dos, los diálogos, las expresiones con las miradas, el arte corporal de ambos para poder comunicarse que logran hacernos olvidar el eterno bucle y deseamos que su amor triunfe junto a esa pasión, comprensión y evolución.
Mónica y Juan Del Diablo estaban también en un bucle cuando se conocieron. Ella en el eterno ritual generacional de “la Perfecta Ama de Casa” y él en “El Eterno Marginado Bastardo”. Estos patrones se repetían una y otra vez, escuchando comentarios miles de veces a su alrededor por allegados para forjar su educación.
El guion de la maestra Zarattini hace en reiteradas ocasiones una crítica al capitalismo y la explotación obrera. Coloca a los de la alta sociedad como miserables o ignorantes, mientras que los marginados reciben la peor parte. Cuando Mónica se va dando cuenta que sus familiares esclavizan gente y que entre esa población, hay muchachas utilizadas para complacer a los hombres que pagan por ellas, una parte de sí se quiebra. Sus ideas infantiles le parecen escabrosas por no poder entender lo que Juan sí.
Finalmente, ese patrón de la mujer sumisa se rompe cuando Juan Del Diablo le dice que una dama no necesita someterse a voluntad de alguien, sino que puede tomar decisiones firmes si así lo desea.
Juan Del Diablo por su parte cataloga a los aristócratas como gente sucia e inescrupulosa. Por esa razón se ve roto cuando conoce a Aimée y desea alcanzar ser uno de ellos solamente por ella. Al lograrlo, se siente traicionado y peor aún, por aquel hermano quien se queda con la mujer que deseaba en ese instante.
Es a Mónica a quien convierte en una mujer valiente e independiente y es ella la que le hace disminuir su rechazo por la aristocracia y toda su gente.
Estos dos ideales combinados, evolucionando juntos y desarrollándose a paso agigantado es lo que nos hace perdonar que nosotros estemos cayendo en un ciclo eterno… el suyo. Esa sería mi primera reflexión, una pareja con química frente a las pantallas y bien delineada por un guion, puede sostener toda una telenovela.
La segunda reflexión que me hace entender lo grande que era María Zarattini es la escena del terremoto. Es aquí donde rompemos definitivamente con el círculo vicioso al que nos habían introducido sin nuestro permiso, pero del que tampoco hicimos mucho por salir.
Esta escena es brutal. Hecha impecable de pies a cabeza, con recursos de producción bastante bien utilizados y en la que, tal como en la vida real, los estragos de un fenómeno natural dan paso a la reflexión humana. Puede estar a la altura de grandes momentos en la historia del melodrama como cuando Catalina Creel (María Rubio) se quita el parche por primera vez en Cuna de Lobos (1986), por mencionar un ejemplo.
Ese momento merece el mismo respeto al de la escena mencionada y pasa a la posterioridad. Es tan inesperado, tan circunstancial, tan imprevisto que toda esa información que procesamos como televidente se cruza y cae abismalmente.
Los personajes dan un giro radical. Juan Del Diablo desiste de matar a Andrés y este deja de odiarlo y verlo como diablo. Se da cuenta de sus complejos e inseguridades que lo llevaron a la obsesión, los aristócratas (especialmente, Catalina de Luz María Aguilar) y los pobres están en igualdad de condiciones, pero lo mejor… Mónica desaparece.
En medio de un caos con damnificados, no sabemos dónde está Mónica. No por cinco capítulos sino por minutos que se hacen eternos. Esto es maravilloso, porque tenemos el último reencuentro entre ella y Juan, dándonos paso al triunfo del amor, ese por el cual, los televidentes tanto luchamos por ver y encontrar. Al fin, todo se combinó y llegamos a una verdadera conclusión.
Estos dos puntos es lo que hacen a Corazón Salvaje maravillosa y que me podrían hacer volver a verla solo para revivir estas dos cuestiones.
Banda sonora
Pese a ciertos detalles con el soundtrack, es indudable que estos temas musicales compuestos por Jorge Avendaño pasaron a la historia como una de las bandas sonoras más representativas y que quedaron en la mente del espectador. Por ejemplo, los temas de Mónica, Aimée, los enfrentamientos o los del terremoto son difíciles de olvidar.
Elenco
He mencionado lo que me han parecido los cuatro integrantes del cuarteto los cuales hicieron un trabajo maravilloso. Pasando al resto, hubo actores de mucho peso como Enrique Lizalde quien nos encantó como esa figura paterna de Juan Del Diablo, el tan estresado Don Noel.
Claudia Islas y Luz María Aguilar mostraron esa presencia escénica aplaudible que sostuvieron en muy intrigantes escenas.
Ernesto Yáñez diría que fue el villano más pronunciado de esta telenovela, el que carecía de humanidad. Bautista pudiera ser el verdadero gran antagonista de esta historia.
En Corazón Salvaje hubo personajes buenos como malos, que se volvieron entrañables de alguna u otra forma en la piel de Arsenio Campos, Yolanda Ventura, Gerardo Hemmer, Antonia Marcín, Isaura Espinoza, Verónica Merchant, Javier Ruán, Indra Zuno, Ana Laura Espinoza, Julio Monterde y Gonzalo Sánchez, por mencionar a algunos.
Conclusión
Corazón Salvaje es un título nostálgico que nos revive a dos brillantes actores desaparecidos: Edith González y Eduardo Palomo. La telenovela nos da la importante lección de que cada bucle podría no ser eterno y este, al romperse, si el guion es bueno, dejará a los personajes salir correctamente de sus infiernos y los espectadores podrían quedar totalmente impactados.
Por lo tanto es aún más nostálgico el asunto. Pocas telenovelas actuales logran las emociones que este título causa. Son menores las que tienen una pareja protagónica con la suficiente química de sostener un enredo y que, aún sin contar con enormes recursos en su producción, nos adentran a otra era.
Es una tristeza la falta de homenaje a la señora Zarattini a algunos años de su fallecimiento y más aún, ver ausente en las producciones a alguien como José Rendón.
En esta versión de Corazón Salvaje se nota la pasión y respeto por el género del melodrama. Es una telenovela que se va y nos deja una nostalgia pura y latente manteniéndonos en un bucle constante que nos hace buscar una calidad similar a esta hasta por debajo de las piedras. ¿Cuándo lo podremos romper? Me lo pregunto a menudo en pleno 2022.